Si te gusta conducir, las curvas, las carreteras estrechas con cientos de subidas, bajadas y cambios de desnivel, la sensación de libertad y control al mismo tiempo, el frescor de la sierra, el aire puro, y tener ante tus ojos todo el horizonte que eres capaz de visualizar en 360 grados… ¡arranca tu motor y vente con nosotros!
Nos vamos de viaje desde Gérgal a Serón, primero por la Autovía A-1178 para llegar a la carretera local ALP-339. El asfalto, en perfecto estado, está rodeado en su inicio por un paisaje seco, que en pocos kilómetros da paso a un joven y frondoso pinar que nos acompañará durante un recorrido, con tráfico inexistente, que nos hará sentir los dueños de la carretera.
Los primeros kilómetros de ascenso al puerto son de vértigo: ¡más de 2000 metros de altura! Nos adentramos en la Sierra de Los Filabres y, entre curvas y falsas llanuras en las que la subida está siempre presente, llegamos a nuestra primera parada: El Calar Alto, en el que se encuentra el conocido Observatorio Astronómico Hispano-Alemán y unas vistas que nos dejan sin aliento.
Continuamos por la ALP-339 dejando a un lado desvíos a lugares que dejamos pendientes para próximas aventuras; Arroyo Berruga, Bacares, El Conde y Las Menas; para hacer nuestra segunda parada: La Posada del Candil, «un conjunto bioclimático de turismo rural» inspirado en antiguas poblaciones diseminadas por toda la Sierra de Los Filabres. El complejo, construido de manera ecológica y sostenible, está situado a pocos kilómetro de Serón. Un lugar muy acogedor y tranquilo donde poder alojarse, comer, descansar, pasear, o tomar un té, nuestra opción elegida.
Allí, entre dulces caseros y un té reconstituyente, visualizamos la parte alta del Valle del Almanzora, municipios como Serón, Tíjola, Hijate o Lúcar se dibujan minúsculos bajo nuestros pies.
Abandonamos este refugio para la calma y cogemos de nuevo la carretera. Después de unos kilómetros de bajada con sinuosas curvas hemos llegado a nuestro destino: Serón, esta vez más que un destino un pretexto para conducir. Porque hay lugares insólitos que el hombre no puede recorrer sin ayuda de la máquina y la pasión por el motor encuentra en ellos su sitio.
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